Aquel pequeño violista

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Han pasado muchos años desde que, en el curso 2000-2001 me acerqué a ella por primera vez. Recuerdo que hicimos una ‘ronda de instrumentos’ por todas las clases de la escuela de música, probándolos para ver cuáles nos gustaban. Me atraía la viola, y al ser preguntado por qué ese instrumento y no otros parecidos, como el violín, no supe qué responder.

Quizá porque imaginé, sin saberlo, que era diferente. Semanas después descubriría que tenía tres cuerdas iguales a las del violín, pero una cuarta cuerda más grave, o que sus partituras estaban escritas en clave de do en tercera, tan distinta a la clave de sol que dábamos en las clases de lenguaje musical. Detalles que le daban personalidad, y la hacían de alguna forma distinta al resto.

Y aquí estamos. El pequeño chaval de ocho años ha ido creciendo, y la viola también tuvo que ser reemplazada por otra de tamaño más grande. Con los años la técnica ha ido mejorando, pero también he visto que queda mucho que aprender. Hemos tocado en el Oscus, en algún Civivox, en el Baluarte… Y por fin, a finales de octubre, tuve la suerte de acompañar con los compañeros de música de cámara @ClaudioVives y @21Crico el Premio de Poesía Ciudad de Pamplona, celebrado en el ayuntamiento, como bien refleja en su artículo el Diario de Navarra.

Quién le iba a decir a ese pequeño violista en potencia que once años después seguiría en una orquesta, y en un grupo de música de cámara donde conocería a grandísimas personas y tocar se convertiría en una parte casi imprescindible de su vida. Quién le iba a decir que acompañaría unos premios en el ayuntamiento con otras dos personas y que una madre desconocida, cuya hija también estaba empezando a tocar la viola, le diría que ojalá llegue a tocar como nosotros.

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